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Septimio Severo (145-211) fue un emperador romano que gobernó desde 193 hasta 211 d.C.. Fue el fundador de la dinastía de los Severos y uno de los emperadores más importantes de la última época del Imperio Romano.

Ascenso al poder

Septimio Severo era de ascendencia libia, nacido en la ciudad norteafricana de Leptis Magna, en el seno de una influyente familia púnica con un distinguido historial de cargos senatoriales y consulares. Contó con el apoyo de su primo, Cayo Septimio Severo, que le ayudó a entrar en el Senado romano en 170. Más tarde, cuando Cayo fue procónsul de África hacia 173-174, nombró a Septimio su legatus (adjunto mayor).

El ascenso de Septimio al poder imperial comenzó tras el asesinato de Cómodo en 192. A Cómodo le sucedió Pertinax, una figura respetada pero de edad avanzada. Sin embargo, la incapacidad de este último para satisfacer las exigencias económicas de la Guardia Pretoriana condujo a su asesinato por parte de ésta, que a continuación subastó el trono imperial al mejor postor. Didio Juliano, un senador rico e influyente, superó en la puja a todos los demás. La transacción enfureció profundamente a la población romana y las noticias del escándalo se extendieron rápidamente por las provincias, preparando el terreno para que tres poderosos gobernadores desafiaran la autoridad de Juliano. Estos contendientes eran Clodio Albino, gobernador de Britania, Pescenio Níger, gobernador de Siria, y Septimio Severo, gobernador de Panonia Superior a lo largo de la frontera del Danubio. Cada uno de ellos gobernaba una provincia respaldada por tres legiones, lo que les proporcionaba no sólo una importante fuerza militar, sino también influencia sobre las provincias vecinas. Severo, sin embargo, contaba con dos ventajas clave. En primer lugar, había servido anteriormente a las órdenes de Pertinax y se había presentado con éxito como el «vengador de Pertinax». En segundo lugar, su base en Panonia era la más cercana geográficamente a Roma, lo que le proporcionaba una ventaja logística.

Para neutralizar la amenaza de Clodio Albino, Severo le ofreció el título de César, nombrándole heredero al trono, al menos temporalmente. Tras ser proclamado emperador de Roma por sus tropas el 14 de abril de 193, Severo marchó hacia Italia. A sólo 100 kilómetros de Roma, el Senado le reconoció oficialmente como emperador. Juliano fue ejecutado poco después, y el 9 de junio de 193, Septimio Severo entró en Roma como su nuevo gobernante. Su ascenso marcó el comienzo del «Año de los Cinco Emperadores».

Reinado

Tras hacerse con el poder en Roma, Septimio Severo tomó inmediatamente medidas decisivas para consolidar su autoridad. Disolvió la Guardia Pretoriana existente y la sustituyó por una unidad de guardaespaldas significativamente mayor y más leal. Para reforzar el control en Italia, también estableció tres nuevas legiones, estacionando la segunda cerca de Roma, en Alba, y amplió aún más la guarnición de la ciudad aumentando el número de fuerzas de seguridad.

Con Roma asegurada y el apoyo de Clodio Albino garantizado temporalmente, Severo dirigió su atención hacia el este para enfrentarse a Pescenio Níger. En 193 tuvo lugar una campaña calculada, durante la cual las fuerzas de Níger fueron expulsadas de Tracia y derrotadas sucesivamente en Cyzicus y Nicea en Asia Menor, culminando con una derrota final en Issus en 194. Severo se dirigió entonces contra los estados clientes partos que habían apoyado a Níger. Severo actuó entonces contra los estados clientes partos que habían apoyado a Níger, subyugando rápidamente a Osroene y Adiabene, y adoptando los títulos de victoria de Parthicus Arabicus y Parthicus Adiabenicus.

En un esfuerzo por reforzar su legitimidad y vincular su régimen a la dinastía Antonina, Severo se declaró hijo de Marco Aurelio y hermano de Cómodo. Además, nombró césar a su hijo mayor, Marco Aurelio Antonino (más tarde conocido como Caracalla), una medida que contrarió a Clodio Albino, a quien inicialmente se le había prometido ese título. Como resultado, Albino se rebeló y condujo sus fuerzas desde Britania a la Galia. Severo respondió con rapidez, derrotándolo en Lugdunum en febrero de 197. Con esta victoria, Severo se convirtió en el primer emperador de la Galia. Con esta victoria, Severo se convirtió en el soberano indiscutible del Imperio Romano.

En el verano de 197, Severo lanzó otra campaña oriental después de que los partos sitiaran Nisibis, en la Mesopotamia romana. Tras levantar el asedio, avanzó a lo largo del Éufrates, capturando Seleucia, Babilonia y, finalmente, la capital parta, Ctesifonte. Para conmemorar su éxito, el Senado le otorgó un arco del triunfo, que aún hoy se conserva en el Foro Romano.

En 202, Severo regresó a Roma para celebrar su decennalia (décimo aniversario como emperador) con elaborados juegos. Por aquel entonces, visitó su tierra natal en África, embarcándose en una gran gira por Lepcis Magna, Útica y Cartago. En Lepcis Magna, encargó grandes obras públicas, como calles con columnatas, una basílica, un nuevo foro y un puerto, que transformaron la ciudad. Amplió y reforzó el limes africano (frontera), adentrándose incluso en el Sáhara, para frenar la capacidad de asalto de estas tribus fronterizas.

En 208, los conflictos fronterizos en Britania dieron a Severo un pretexto para lanzar una nueva campaña militar. Ansioso por recuperar la gloria, trajo consigo a sus hijos Caracalla y Geta, con la esperanza de exponerlos a las responsabilidades del liderazgo. Hasta entonces, ambos habían sido famosos por su comportamiento indisciplinado y sus enconadas rivalidades.

El objetivo de Severo en Britania era subyugar toda la isla. Emprendió importantes reparaciones y fortificaciones a lo largo del Muro de Adriano, planeando utilizarlo como base para conquistar el norte de Britania. Sin embargo, las tribus nativas caledonias evitaron la confrontación directa, recurriendo a la guerra de guerrillas, que infligió grandes bajas a los romanos. A pesar de ello, en 210 las tribus pidieron la paz y Severo estableció una nueva base militar en Carpow, en el río Tay, adoptando el título de Britannicus para él y sus hijos. La paz duró poco, ya que las tribus volvieron a sublevarse poco después.

Muerte y legado

En 211, la salud de Severo se había deteriorado debido a la gota crónica, y murió en Eburacum (actual York) el 4 de febrero de 211.

El reinado de Severo trajo consigo reformas provinciales y militares de larga duración. Para evitar que los gobernadores acumularan el tipo de poder que él utilizó en su día para hacerse con el trono, dividió provincias clave: Panonia se dividió en Superior e Inferior, Siria en Coele y Fenicia, y Britania en Britannia Superior e Inferior.

También llevó a cabo importantes reformas militares. Se amplió considerablemente el ejército y se aumentó la paga anual de los soldados. Para financiarlo, Severo rebajó la moneda de plata. Aunque los efectos inmediatos sobre la inflación fueron menores, el precedente animó a futuros emperadores a repetir la práctica. También levantó la antigua prohibición de que los soldados se casaran, otorgando reconocimiento legal a relaciones que hasta entonces habían sido extraoficiales.

Septimio Severo sentó las bases de la dinastía de los Severos, la última familia gobernante estable del Imperio Romano antes de la crisis del siglo III. Al asegurar la sucesión de sus hijos, Caracalla y Geta, estableció una línea hereditaria de emperadores basada en la fuerza militar y la autoridad centralizada. Aunque los conflictos internos entre sus hijos minarían más tarde la dinastía, los esfuerzos de Severo aseguraron que su familia se mantuviera en el poder durante más de dos décadas.

Autora: Beatriz Camino Rodríguez