Seleccionar página

El 13 de marzo de 1881, el zar Alejandro II de Rusia fue asesinado en un atentado terrorista en San Petersburgo cuando se dirigía al Palacio de Invierno. El asesinato se considera la acción más exitosa del movimiento nihilista ruso del siglo XIX.

Antecedentes 

Alejandro II fue coronado Emperador de Rusia, Rey de Polonia y Gran Duque de Finlandia en 1855, tras la muerte de su padre Nicolás I. En ese momento Rusia estaba en crisis, con una economía en declive, un vasto y descontento campesinado y un ejército que había sido humillado por la Guerra de Crimea. En un esfuerzo por modernizar y reformar el país, Alejandro II emprendió una serie de reformas radicales. Uno de sus actos más significativos fue la emancipación de los siervos en 1861, lo que abolió el sistema de servidumbre que había atado a millones de campesinos a los terratenientes. También llevó a cabo reformas judiciales y educativas, fomentó la industrialización y relajó las leyes de censura.  

Sin embargo, el gobierno tardó en adaptarse al rápido cambio que estaba experimentando la sociedad rusa y siguió siendo muy autocrático, teniendo al zar como gobernante absoluto. Esto provocó un creciente descontento entre varios grupos de la sociedad rusa, como los liberales, los radicales y los nacionalistas. Estos grupos, fuertemente influidos por las ideas del filósofo alemán Karl Marx, abogaban por reformas políticas, libertades civiles y una mayor democracia. Pero sus demandas eran respondidas con represión y censura. Como consecuencia, algunos recurrieron a formas más radicales de protesta y resistencia, incluido el terrorismo.

En la década de 1870 una oleada de atentados terroristas recorrió Rusia teniendo como objetivo a funcionarios del gobierno, agentes de policía y otros representantes del Estado. Finalmente, los días 25 y 26 de agosto de 1879, el Comité Ejecutivo de Narodnaya Volya (Voluntad Popular) resolvió que la mejor manera de precipitar una revolución era asesinar al zar. Así, durante el año y medio siguiente, se realizaron varios intentos de acabar con la vida de Alejandro, pero todos fracasaron. El Comité decidió entonces asesinarle cuando regresaba al Palacio de Invierno tras su habitual visita dominical a la mansión Mikhailovsky. Andrei Zhelyabov fue el principal organizador del complot.

El asesinato 

En la mañana del 13 de marzo de 1881 Alejandro II viajaba por las calles de San Petersburgo en un carruaje descubierto. Estaba escoltado por un pequeño grupo de soldados y policías. Varios miembros de Voluntad Popular se habían colocado a lo largo del recorrido del carruaje del zar y, cuando éste se acercaba, uno de ellos lanzó una bomba contra él. La bomba estalló en el interior del carruaje, matando a varios miembros de la escolta e hiriendo al zar. El terrorista fue capturado casi inmediatamente. Cuando el Zar estaba a punto de ser conducido a un lugar seguro, otro atacante se acercó a él y le arrojó una segunda bomba a los pies. Tanto el Emperador como el asesino resultaron mortalmente heridos. 

El Emperador moribundo fue llevado en trineo a su estudio en el Palacio de Invierno y los miembros de la familia Romanov fueron convocados para darle el último adiós. A las 3:30 de aquel día, el zar falleció y su bandera personal fue arriada por última vez. Al mes siguiente, su hijo Alejandro III ascendió al trono ruso.

Consecuencias 

El asesinato del zar Alejandro II fue un punto de inflexión en la historia rusa y europea. Marcó el inicio de un periodo de mayor represión y censura en Rusia y sirvió como símbolo de las crecientes tensiones entre las monarquías tradicionales y el emergente movimiento socialista. La respuesta del gobierno al asesinato fue sangrienta y caótica, ya que cientos de presuntos revolucionarios fueron ejecutados y detenidos. Aunque los líderes del movimiento Voluntad Popular fueron finalmente capturados y ejecutados, sus acciones desencadenaron una reacción en cadena de violencia y terrorismo. 

Durante los años siguientes, el sucesor de Alejandro II, Alejandro III, rechazó las reformas de su padre y trató de reafirmar el poder autocrático del régimen zarista. Sin embargo, esto condujo al estancamiento político y a la represión, ya que el gobierno reprimió la disidencia y trató de mantener el control a toda costa. Este periodo de violencia y agitación política acabaría provocando la caída de la dinastía Romanov y el ascenso del comunismo.

Autora: Beatriz Camino Rodríguez