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La batalla de Mursa fue una de las batallas más sangrientas de la historia de Roma. La batalla tuvo lugar el 28 de septiembre de 351, durante la Guerra Civil Romana de 350-353. Condujo a la victoria del emperador Constancio II sobre las fuerzas occidentales dirigidas por el usurpador Magnencio.

Antecedentes

Cuando el emperador Constantino el Grande falleció en 337 no estaba claro quién debería ser su sucesor. Aunque sus tres hijos, Constantino II, Constancio II y Constante, eran todos césares que gobernaban diferentes regiones del Imperio, ninguno de ellos tenía el poder suficiente para llamarse Augusto. Los militares, convencidos de que Constantino hubiera querido que sus hijos gobernaran un imperio tripartito, mataron a otros miembros de la familia del Emperador, provocando una nueva división de los territorios romanos. Como resultado, Constantino II quedó a cargo de la Galia, Hispania y Gran Bretaña; Constante gobernó sobre Italia, África, Dacia e Iliria; por último, Constantino II adquirió Asia, Egipto y Siria.
Sin embargo, unos años más tarde, en el 340, Constantino II atacó a Constante con el objetivo de imponer su autoridad sobre Cartago. Como resultado, el propio Constantino II fue asesinado. Constante luego obtuvo el control de las provincias del oeste, gobernando así más de dos tercios del Imperio. Mientras tanto, Constancio II estaba ocupado luchando contra los persas en el este.

En 350, los generales y funcionarios civiles de Constante, encabezados por Magnencio, se rebelaron contra él y lo asesinaron. Luego, Magnencio fue proclamado Augusto del oeste y rápidamente marchó hacia Italia. Mientras tanto, Vetranio, lugarteniente de Constancio II en Iliria, también fue declarado augusto por sus tropas. Constancio II, que ya estaba librando una guerra contra los sasánidas, esperó a que se retiraran de Nisibis para marchar con su ejército a Serdica y allí hacerse cargo de la situación. Allí conoció a Vetranio, quien accedió a abdicar. Constancio II luego partió hacia el oeste para enfrentarse a Magnencio.

La Batalla de Mursa Mayor

En septiembre de 351, Constancio II interceptó a Magnencio mientras sitiaba Mursa, cerca de la provincia de Panonia (actual Osijek, Croacia). Como resultado, este último se vio obligado a replegarse y formó su ejército, que constaba de 36.000 hombres, en el noroeste de Mursa, cerca del río Drava. Mientras tanto, Constancio también posicionó su ejército y envió a su Prefecto del Pretorio, Flavio Filipo, con una oferta de paz para evitar la batalla. Sin embargo, Magnencio rechazó la propuesta.

La batalla, que tuvo lugar el 28 de septiembre, fue larga y duró hasta el anochecer, cuando el ejército de Constancio II reclamó la victoria y Magnencio se vio obligado a huir hacia el oeste, a Italia, evitando ser capturado en el camino. También fue una de las batallas más brutales en la historia del Imperio Romano, ya que resultó en la pérdida de 54.000 vidas (el ejército de Constancio perdió 30.000 y el de Magnencio 24.000). Aún así, el propio Constancio II no participó en la batalla y se enteró de su victoria por el obispo de Mursa. Poco después de esto, el Emperador afirmó que la victoria había sido posible gracias a la ayuda de Dios.

Consecuencias

Tras la victoria Constancio II decidió no perseguir a Magnencio y pasó los siguientes meses retomando las ciudades que aún eran leales a este último. No sería hasta dos años después de la batalla, en el 353, cuando los dos volverían a enfrentarse en la batalla de Mons Seleucus, donde la victoria de Constancio II llevaría a Magnencio a quitarse la vida.

Hoy en día, la Batalla de Mursa Mayor es considerada por los historiadores como una victoria pírrica de Constancio II. En ese momento, las bajas de la Batalla de Mursa fueron consideradas por muchos historiadores romanos como extremadamente dañinas para el Imperio, ya que dejó al ejército tan debilitado que no pudo luchar contra las incursiones bárbaras.

Autor: Beatriz Camino Rodríguez