Seleccionar página

La batalla de Pydna tuvo lugar en el año 168 a.C. entre romanos y macedonios en plena Tercera Guerra Macedónica. La victoria de Roma supuso la anexión de Macedonia y su posterior ascenso en el mundo helenístico.

Preludio

La batalla de Pydna marcó el enfrentamiento final entre macedonios y romanos, concluyendo un prolongado conflicto que comenzó alrededor del año 215 a.C.. Roma pretendía expandir su influencia en Oriente. Sin embargo, el reino de Macedonia, antaño un formidable imperio bajo Alejandro Magno, seguía ambicionando mantener su dominio en Grecia.

La implicación de Roma en Grecia tuvo su origen en la guerra que mantenía con Cartago, ya que Aníbal forjó una alianza con el rey Filipo V de Macedonia. Al mismo tiempo, la República Romana se alió con la Liga Etolia y Atalo I de Pérgamo contra Filipo, lo que dio lugar a la Primera Guerra Macedónica. El conflicto terminó con una paz difícil negociada por Roma. Sin embargo, las renovadas ambiciones de Filipo por expandir sus territorios desencadenaron la Segunda Guerra Macedónica. Sin embargo, en 197 a.C. los romanos salieron victoriosos en Cinoscéfala, obligándole a abandonar sus planes.

Tras la muerte de Filipo en el 179 a.C., su hijo Perseo ascendió al poder y se convirtió en el nuevo rey de Macedonia. Perseo era antirromano y despertó sentimientos antirromanos en torno a su reino, lo que provocó una escalada de tensiones entre Macedonia y Roma. En 171 a.C., Roma declaró la guerra a Macedonia, marcando el inicio de la Tercera Guerra Macedónica.

La batalla de Pydna

En el año 168 a.C., el cónsul romano Lucio Emilio Paulo envió sus legiones a Macedonia con el objetivo de acabar con la amenaza del rey Perseo. Paulo era un general experimentado, que había luchado en numerosas campañas. Dirigía un disciplinado ejército de 25.000 soldados (junto con 34 elefantes), mientras que Perseo contaba con 40.000 infanterías y 4.000 caballerías. Cuando las fuerzas romanas avanzaban, se encontraron con el ejército de Perseo cerca de la ciudad de Pydna, en el noreste de Grecia, el 22 de junio.

El campo de batalla fue elegido por Perseo, que trató de explotar el terreno montañoso para anular la ventaja romana en infantería pesada. El rey macedonio situó su falange, compuesta por piqueros armados con sarissa, en un terreno más elevado, creando una posición defensiva. Paulo reconoció el desafío que suponía la falange, pero ideó un inteligente plan para superarlo. Ordenó a sus tropas cavar trincheras y construir muros bajos, creando una serie de fortificaciones que perturbarían la cohesión de los macedonios.

La batalla sólo duró una hora. Hubo cierto éxito macedonio al principio, pero pronto se desvaneció cuando el ejército de Perseo marchó sobre el terreno roto, lo que hizo que su avance se ralentizara y creó una brecha vulnerable. Paulo envió entonces a sus elefantes a atacar el flanco izquierdo de Perseo, que se derrumbó de inmediato, y ordenó a sus legiones que entraran en la brecha. Los macedonios se vieron obligados a arrojar sus armas, lo que dio lugar a un combate cuerpo a cuerpo.

Al darse cuenta de que la derrota era inminente, Perseo huyó primero a Pella y después a la isla de Samotracia. Los romanos masacraron a los macedonios restantes, con un balance de más de 20.000 muertos y unos 6.000 prisioneros. Por el contrario, las bajas romanas fueron mínimas, con sólo 100 soldados perdidos y 400 heridos. Perseo fue finalmente capturado y paseado por las calles de Roma, soportando una humillación total que sirvió como triunfo simbólico para los romanos.

Consecuencias

La victoria romana en la batalla de Pydna marcó el final de la Tercera Guerra Macedónica y la derrota final de Macedonia. Más allá del campo de batalla, las ramificaciones fueron profundas, ya que efectivamente marcó la desaparición de la independencia macedonia. El reino se disolvió y su estructura gubernamental fue sustituida por cuatro repúblicas restringidas, a las que se prohibió cualquier tipo de relación o comercio entre sí. Con el paso del tiempo, incluso estas repúblicas fueron disueltas, y Macedonia se convirtió en una provincia romana.

Con la ocupación de Grecia y Macedonia, el Senado romano extendió su dominio sobre el Adriático, anunciando el comienzo de la supremacía romana sobre el Mediterráneo. Este acontecimiento marcaría el curso de la historia durante siglos, ya que Roma consolidó su dominio sobre la extensión marítima, ejerciendo su influencia y control sobre las tierras y pueblos que bordeaban sus costas.

Autora: Beatriz Camino Rodríguez.