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La Revolución Francesa de 1848 comenzó el 22 de febrero de 1848

La Revolución Francesa de 1848 marcó una fase de agitación social y política que desembocó en la caída de la Monarquía de Julio y el establecimiento de la Segunda República Francesa.

Antecedentes

A principios del siglo XIX, Luis XVIII gobernaba Francia en el marco de una monarquía constitucional. Tras su muerte en 1824, su hermano, el conde de Artois, asumió el trono como Carlos X. Poco interesado en una monarquía constitucional, tomó medidas para reforzar su autoridad restringiendo la libertad de prensa, reduciendo el electorado y disolviendo la Cámara Baja. Esto condujo a los Tres Días Gloriosos del 26 al 29 de julio de 1830 y a su posterior abdicación. Tras este acontecimiento, Luis Felipe, de la rama orleanista, ascendió al poder, marcando el establecimiento de la Monarquía de Julio.

Luis Felipe I dirigía un Estado moderadamente liberal controlado por élites cultas. El rey, un hábil hombre de negocios y una de las personas más ricas de Francia, se alineó con los banqueros a expensas de las clases media y trabajadora en la Cámara de Diputados. En 1848, sólo podían votar los terratenientes, lo que alejaba del gobierno a la pequeña burguesía y a la burguesía industrial. Además, su percibida indiferencia hacia las necesidades de la sociedad, especialmente de la excluida clase media, provocó un mayor descontento. Como consecuencia, surgió un movimiento reformista que abogaba por la ampliación del derecho de sufragio. Las dificultades económicas, la pérdida de empleos, el aumento del precio del pan y las acusaciones de corrupción del gobierno intensificaron aún más el descontento.

Como las reuniones y manifestaciones políticas estaban prohibidas, los activistas de la oposición al gobierno, predominantemente de clase media, idearon una estrategia que incluía una serie de banquetes para recaudar fondos. Esta iniciativa, conocida como la Campaña de los Banquetes (Campagne des banquets), pretendía eludir las restricciones del gobierno a las reuniones políticas y proporcionar una plataforma legal para expresar las críticas al régimen. Sin embargo, el 14 de enero de 1848, en previsión del esperado banquete que se celebraría en París, el gobierno del Primer Ministro Guizot declaró ilegales los banquetes. A pesar de la prohibición, los organizadores decidieron seguir adelante con el evento y fijaron la fecha para el 22 de febrero.

La Revolución

Anticipándose a las concentraciones políticas previstas para el día siguiente, el gobierno francés decreta una segunda prohibición el 21 de febrero. A pesar de ello, los trabajadores y los estudiantes se mantienen firmes en su compromiso con las manifestaciones y al día siguiente, poco antes del mediodía, grandes multitudes comienzan a congregarse en las calles de París. Esto cogió desprevenidas a las autoridades, lo que provocó una confusa respuesta inicial. Lo que empezaron siendo manifestaciones se convirtió rápidamente en una revuelta popular a gran escala que marcó el 22 de febrero como el día inaugural de la Revolución. La multitud, demasiado numerosa para ser detenida o contenida, se dispersa por los Campos Elíseos y el sudeste de París.

El 23 de febrero, la multitud marcha frente a la residencia del Primer Ministro Guizot, coreando eslóganes contra él y abogando por la reforma. La Guardia Nacional fue movilizada, pero sus soldados se negaron a enfrentarse a la multitud, uniéndose a las manifestaciones contra Guizot y el rey Luis Felipe. En consecuencia, el rey pidió a regañadientes la dimisión de Guizot y encargó al conde Molé la formación de un nuevo gobierno. A medida que la noticia de la dimisión se extendía por París, los enfrentamientos fueron amainando y las multitudes comenzaron a celebrar.

Sin embargo, las presiones sociales subyacentes persistieron y, por la noche, una multitud se congregó frente al Ministerio de Asuntos Exteriores, en el Boulevard des Capucines, lo que desembocó en un trágico enfrentamiento con soldados que causó la muerte de 52 personas y heridas a otras 74. La noticia de la masacre provocó rápidamente la ira de los parisinos. A lo largo de la noche del 23 al 24 de febrero se levantaron más de 1.500 barricadas por todo París y se sabotearon numerosas vías férreas que conducían a la ciudad.

El 24 de febrero, el rey convocó un gobierno dirigido por Odilon Barrot, lo que representaba una concesión a los reformistas. Simultáneamente, nombra al mariscal Bugeaud, conocido por su brutal represión de las protestas, para comandar las tropas en París. Se desencadenan intensos combates en diversos puntos de la ciudad, el mayor de los cuales tiene lugar en la Place du Château d’Eau. Hacia el mediodía, al darse cuenta de que era inútil seguir resistiendo, Luis Felipe puso fin a toda oposición y abdicó formalmente en favor de su nieto de nueve años, Felipe, conde de París. Su nuera, Helena, duquesa de Orleans, se convirtió en la presunta regente. Sin embargo, los esfuerzos de la oposición dinástica por asegurar una regencia se vieron frustrados por las peticiones populares de una República. La noche del 24 de febrero, en el Hôtel de Ville, se anuncia la lista definitiva del Gobierno Provisional y el 25 de febrero se proclama la República Francesa.

Impacto de la Revolución

La Revolución de Febrero de 1848 marcó un momento crucial en la historia europea, desencadenando la amplia oleada revolucionaria conocida como las Revoluciones de 1848. Este acontecimiento transformador desencadenó una oleada de descontento y de peticiones de reformas constitucionales que se extendió por numerosos estados europeos, planteando desafíos a las monarquías establecidas y a los regímenes autocráticos. Los Estados alemanes, en particular, experimentaron repercusiones inmediatas y pronunciadas, siendo testigos de una sucesión de movimientos revolucionarios desencadenados por el fervor revolucionario que emanaba de Francia. Además, las secuelas de la Revolución Francesa ejercieron una presión significativa sobre los monarcas de Prusia, Baviera, Austria y Cerdeña, obligándoles finalmente a acceder a reformas liberales en respuesta a las demandas de cambio imperantes.

Autora: Beatriz Camino Rodríguez.