Seleccionar página

 

El Concilio de Trento (1545 a 1563) reunió al clero católico bajo el liderazgo del Papa Pablo III como respuesta a la Reforma Protestante. A lo largo de tres sesiones, el Concilio reiteró la autoridad de la Iglesia Católica y denunció la teología protestante, marcando el inicio de la Contrarreforma católica.

 

Antecedentes: La Reforma Protestante

La Reforma Protestante comenzó en las regiones germánicas del Sacro Imperio Romano Germánico en 1517 cuando Martín Lutero publicó sus 95 Tesis. Su intención era invitar a otros clérigos a entablar un debate sobre la venta de indulgencias, que eran certificados que prometían una estancia más corta en el purgatorio después de la muerte. Al oponerse a su venta, desafió la autoridad del Papa sobre las almas del purgatorio y criticó la aparente codicia subyacente a la práctica. En respuesta, la Iglesia lo excomulgó en 1521, tildándolo de hereje. A pesar de ello, las 95 tesis de Lutero y otros escritos ya habían sido publicados y difundidos ampliamente.

En un intento por reunificar la Iglesia, Carlos V, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, convocó la Dieta de Augsburgo en junio de 1530. Los luteranos presentaron la Confesión de Augsburgo, mientras que los católicos ofrecieron la Confutatio Augustana. Sin embargo, ninguna de las partes aceptó las confesiones de fe de la otra y no se llegó a ninguna resolución.

Los esfuerzos por la reconciliación entre católicos y protestantes fueron nuevamente realizados en 1537 por el Papa Pablo III y Carlos V. Sin embargo, este encuentro nunca se realizó debido a los conflictos militares en curso entre este último y el rey Francisco I de Francia. Carlos V, motivado por la necesidad de unidad contra una posible invasión del Imperio Otomano, buscó la reconciliación entre sus súbditos. El próximo intento de reconciliación estaba previsto para el 13 de diciembre de 1545 en Trento, en el norte de Italia.

 

La primera sesión

A pesar de ser etiquetado como una conferencia ecuménica, el Concilio de Trento excluyó a los protestantes de una participación significativa al negarles el derecho a votar o expresar sus opiniones en los procedimientos. En respuesta, el clero protestante optó por abstenerse de asistir. Así, el Concilio de Trento se transformó en una asamblea católica con el objetivo principal de rectificar los abusos de la Iglesia, en particular la venta de indulgencias, abordar supuestos errores en la enseñanza y la práctica de la Iglesia y reforzar su autoridad.

Para empezar, el Concilio tuvo que llegar primero a un consenso unánime sobre los libros de la Biblia considerados Sagrada Escritura. A este respecto, afirmó la traducción Vulgata de San Jerónimo como único texto autorizado. Además, el Concilio refutó la afirmación de Lutero de que la humanidad pecadora no podía cumplir la ley y enfatizó la gracia de Dios disponible a través de las buenas obras.

 

El Concilio afirmó las enseñanzas de la Iglesia, abarcando varios aspectos como la impotencia de la naturaleza humana para justificar al hombre, la dispensación y el misterio del advenimiento de Cristo, y la descripción de la justificación y su modo en el estado de gracia. Estos cánones condenaron la Reforma Protestante como herejía y etiquetaron a sus partidarios como herejes, destacando la posición de la Iglesia de que la interpretación individual de la verdad y las Escrituras no era confiable debido a la pecaminosidad inherente a la naturaleza humana. El Concilio también subrayó la importancia de adherirse a las prácticas tradicionales de la Iglesia para garantizar una verdadera comprensión de las Escrituras. Las sesiones posteriores fueron interrumpidas por la peste y el Concilio fue prorrogado en septiembre de 1549.

 

Segunda y Tercera Sesiones

La segunda sesión del Concilio de Trento, que comenzó en mayo de 1551 bajo el Papa Julio III, tenía como objetivo abordar cuestiones teológicas relacionadas con la Eucaristía. Ciertas facciones protestantes afirmaron que la Misa era simplemente una conmemoración del sacrificio de Cristo, rechazando la creencia en la presencia real de Dios durante la consagración y la transformación del pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo. El Concilio condenó esta opinión como herejía, afirmando inequívocamente que Cristo estaba presente en la Eucaristía.

Bajo el Papa Pío IV, el Concilio se reanudó en enero de 1562. Esta sesión se centró en reformar los abusos de la Iglesia, incluido el tratamiento de cuestiones relacionadas con el clero con poca educación que dependía de los diezmos de los feligreses sin proporcionar una guía espiritual adecuada. El Concilio respaldó el establecimiento de seminarios adicionales y promovió estudios más profundos para los candidatos clericales. Respecto a la objeción protestante a la venta de indulgencias, el Concilio resolvió que las indulgencias ya no se venderían sino que podrían obtenerse mediante donación, regulando el proceso.

Simultáneamente, para frenar la difusión de las ideas protestantes, el Concilio aprobó el Index Librorum Prohibitorum en 1563, que nombraba explícitamente las obras de reformadores como Lutero, Zwinglio, Juan Calvino y otros. Aunque detallado en sus prohibiciones, el Índice esencialmente transmitía que cualquier libro condenado por el Papa, el Santo Oficio o las autoridades locales debería ser rechazado por los católicos. El Índice permaneció en vigor hasta su suspensión en 1967.

 

Secuelas

Las resoluciones, decretos y cánones del Concilio de Trento sirvieron de base para la Contrarreforma católica, restableciendo la autoridad de la Iglesia a través de reglas, regulaciones y definiciones explícitas de la identidad católica. Básicamente, defendió las políticas y tradiciones de la Iglesia medieval y al mismo tiempo reafirmó el papel central de la Iglesia como única autoridad en la visión cristiana. Aunque algunos decretos, como el Índice, han sido suspendidos, las decisiones del Concilio de Trento continuaron dando forma a las creencias y prácticas católicas hasta la década de 1960 y todavía influyen parcialmente en el presente.

Autora: Beatriz Camino Rodríguez.