Así titulaba el Heraldo de Madrid en 1891 un artículo sobre este establecimiento, entonces ya antiguo, que quedó inmortalizado por Galdós y que se convertiría en uno de los precursores de las subastas numismáticas en la capital de España.

No desvelamos nada nuevo si contamos que muchas firmas de comercio numismático, tanto de España como de Europa, tienen su origen en las antiguas casas de cambio. El paso de una actividad a otra es la consecuencia lógica del desarrollo del coleccionismo: el momento en que el comerciante-cambista se da cuenta de que puede sacar una mayor ganancia por las piezas más raras, por encima de su peso en metal precioso.

En España el proceso de “profesionalización” del mercado numismático es más tardío que en otros países de nuestro entorno europeo. A pesar de que la afición a la numismática estaba muy extendida entre los círculos ilustrados del XVIII, la Guerra de la Independencia y el reinado de Fernando VII supusieron un retroceso también en este aspecto y nos sumieron en un atraso del que tardaríamos unas cuantas décadas en recuperarnos. En la España del siglo XIX y las primeras décadas del XX, los grandes coleccionistas se surtían en el extranjero, especialmente en Ámsterdam, París o Londres, donde firmas como Schulman, Spink o Rollin & Feuardent estaban ya muy asentadas. Sin embargo, dentro de la Península, además del continuo intercambio entre los propios coleccionistas, el papel de abastecimiento de monedas lo cubrían los marchantes, anticuarios o cambistas que, en la mayoría de los casos, no estaban especializados en numismática.

Entre los precursores del comercio numismático, aparece en el Madrid del último cuarto del siglo XIX la figura de Valentín Gil, con su Centro Numismático Matritense (Casa de cambio) situado en la calle Preciados, que edita desde 1880 un catálogo de sus fondos numismáticos con periodicidad semestral o anual, en el que ofrece monedas a precio fijo. Pero la casa de cambios más famosa de toda la capital era, sin duda, la Lonja del Almidón, un comercio en el que, como describe el Heraldo de Madrid (14-XI-1891) se despachaba bacalao o chocolate junto con monedas de oro. También por los mismos días el diario El País (14-IX-1891) se quejaba de que los únicos españoles que veían oro eran los consejeros del Banco de España y esa especie de sucursal que es la Lonja del Almidón.

En un principio esta tienda se situaba en el entorno de la actual plaza de Jacinto Benavente, que fue remodelada en 1926 y ha sufrido distintas transformaciones hasta llegar al aspecto actual de hoy en día. El Heraldo también cuenta que el establecimiento había sido fundado en los años cuarenta del siglo XIX, aunque hay menciones a una Lonja del Almidón en la misma zona de Madrid, junto a la Plaza del Ángel, desde, al menos, mediados del siglo XVIII.

Sea cual sea el origen del establecimiento, cuyo nombre nos indica que en un primer momento estaba dedicado a despachar almidón -tan necesario entonces para un buen planchado-, los cambios de sistemas monetarios en la España de mediados del XIX propiciaron la proliferación de las casas de cambio. Es posible que el comerciante Palacios y sus sobrinos, que regentaban la Lonja del Almidón, vieran el potencial de este negocio y ampliaran la oferta de su tienda de ultramarinos. De lo conocido del establecimiento y de sus prácticas cambistas ya dio noticia Benito Pérez Galdós en Fortunata y Jacinta:

Guillermina se despidió rogando a los dependientes que le cambiaran por billetes tres monedas de oro que llevaba. “Pero me habéis de dar premio –les dijo-. Tres reales por ciento. Si no, me voy a la Lonja del Almidón, donde tienen más caridad que vosotros”.

En esto entró el amo de la casa, y tomando las monedas, las miró sonriendo.

“Son falsas. Tienen hoja”.

-Usted sí que tiene hoja- replicó la santa con gracia y los demás se reían-. Una peseta de premio por cada una.

- ¡Cómo va subiendo!... Usted nos tira al degüello.

- Lo que merecéis, publicanos.

Villuendas tomó de un cercano montón dos duros y los añadió a los billetes del cambio.

Benito Pérez Galdós, (reed. 2003) Fortunata y Jacinta, págs. 407-408.

Las hemerotecas de la época son nuestra principal fuente de información sobre este establecimiento. En las primeras décadas del siglo XX los anuncios publicados en el diario ABC nos informan de que el negocio sigue combinando el cambio de moneda con el comercio de ultramarinos:

Lonja del Almidón, Cruz 5 y 7.

Cambio de monedas y billetes de todos los países.

Chocolates elaborados á brazo con los mejores cacaos. Café de Puerto Rico, tueste diario. Tes, Azúcares, Garbanzos finos de Castilla, Judías del Barco de Ávila, Arroz, Almidón ingles marca Colman’s y otras. Aceite y jabón.

(Anuncio publicado en el diario ABC en distintas ediciones entre los años 1910-1920)

También hay noticias sobre las tasas de cambio que se aplicaban, como figura en un breve del diario La Vanguardia (31-V-1898). O sobre un importante robo de oro del que informa el mismo diario ya en 1920, el 17 de diciembre.

La siguiente etapa de La Lonja es cuando comienza a realizar las primeras subastas numismáticas de España, ya en 1936, justo antes de la Guerra Civil. Una vez más, esta contienda supone una ruptura en la evolución de la sociedad española, y no habrá más subastas numismáticas en nuestro país hasta la creación de la Sociedad Española de Numismática, dirigida por Antonio López Revillas y subvencionada por el Estado.
Posiblemente resulta un poco exagerada la afirmación del Heraldo de Madrid cuando dice que la Lonja era una institución más poderosa y en la que había más oro que en el Banco de España, pero por sus mostradores pasaron algunas de las monedas más valiosas de la historia numismática española y en ella se surtieron muchas de nuestras grandes colecciones.