La mayor parte del negocio esclavista que se estableció durante la Edad Moderna entre Europa y África se realizó basándose en lo que hoy llamamos “premonedas”, “dinero primitivo” o “dinero tradicional”, es decir, que los tratantes no necesitaban ir provistos de monedas de oro o plata para proveerse de su mercancía humana. Aunque algunas manifestaciones de este “dinero prremonetal” ya tenían cierta tradición entre los pueblos africanos, otras fueron introducidas por los propios comerciantes para facilitar los intercambios. Entre ellas se encontraban las conocidas como “Slave tokens”, o “manillas”, así llamadas porque su forma recuerda a la de un brazalete. Puede decirse que son, junto con los cauríes (un tipo de conchas), el objeto más utilizado como “premoneda” en el comercio de esclavos.
Se trata de piezas de metal, normalmente realizadas en cobre o en otras aleaciones metálicas, que fueron usadas por primera vez para este terrible comercio por los comerciantes portugueses en África Occidental ya en el siglo XV. A pesar de la buena acogida que tenían estas manillas entre las tribus africanas, a los portugueses no les resultaba demasiado rentable utilizarlas porque debían exportarlas de otros lugares de Europa, como Flandes. Sin embargo, cuando a partir del siglo XVII los comerciantes holandeses e ingleses desplazaron a los lusos en la hegemonía de este comercio, su uso continuó, abaratándose el coste gracias a las fábricas de Bristol o Manchester donde se realizaban. Hace algunos años, uno de los barcos que transportaba este tipo de “premoneda” naufragó en las costas de Vizcaya, permitiendo realizar un completo estudio de su carga.