Desde sus inicios, las monedas han sido emitidas por los gobiernos, avalándolas como útiles de pago representativos de un valor en las transacciones. Por ello, los diseños que aparecen en ellas, los tipos monetales, son elegidos por los gobernantes para encarnar a esos Estados en las transacciones o cada vez que fuesen observadas. Con lo que debían elegirse emblemas o elementos de prestigio lo suficientemente identificativos de sus lugares de origen, como para que fuesen reconocidos y admirados allá donde llegaran. No es que sobre ellas se grabasen los emblemas de los Estados, es que con la enorme difusión que tenían las monedas y, por tanto, el gran papel publicitario que ejercían, lo que apareciese sobre ellas también se transformaba en emblema. 



Tetradracma. Alejandro III

Así es como encontramos piezas con elementos característicos de su lugar de origen, relativos a su economía, religión fauna, vegetación, etc. Sin embargo, con la centralización de los Estados en gobiernos personalistas, comienzan a proliferar la representación de retratos. El primer retrato que encontramos sobre una moneda fue el del gran Alejandro Magno. Su efigie aparecía en el anverso de sus monedas representada de forma singular, como un Alejandro heroizado e idealizado en la figura de Heracles, tocado con la piel del león de Nemea aunque sin barba. El mismo retrato que encontramos en las monedas que acuñó en Egipto, donde ya no se identificaba con Heracles como hijo del propio Zeus, sino llevando sobre su cabeza los cuernos de Amón. 



Áureo. Adriano

En las monedas de la República Romana se representó con cierta frecuencia la efigie de cónsules anteriores, como elemento de reivindicación de una filiación honorable por sus descendientes, siendo Julio César el primero en incluir su imagen en vida. Son muchas las representaciones que encontramos de los emperadores romanos en esculturas y relieves, pero únicamente a través de las monedas podremos conocer el retrato de todos y cada uno de ellos, pues lo primero que hacían éstos al llegar al poder era acuñar moneda para pagar a los ejércitos que les mantendrían en el puesto. En todos los denario imperiales contamos con la representación del retrato del emperador o de algún familiar directo como emperatrices o sus hijos, futuros césares y emperadores del imperio. En los retratos de las emperatrices descubrimos, por ejemplo, las modas de los peinados tan famosos en Roma y prácticos para la datación de piezas coetáneas. 



"Faces of Power" (colección de Victor A. Adda), publicado por Numismatica Ars Classica en colaboración con el Museo de Israel. A la venta en Jesús Vico, S.A.

Así es como las monedas nos sirven para reconocer la fisonomía de gobernantes y reyes de la Historia, atestiguando la evolución de los parámetros artísticos en las representaciones así como su propio envejecimiento. Desde el Medioevo hasta la actualidad los gobernantes han ido retratándose en las monedas con porte regio pero plasmando su evolución física desde su acceso al trono, siendo algunos de edad infantil hasta su plena madurez. 


                                                                                                                                                     www.tendenciasdelarte.com